Narciso y Ernesto: "Es un gran error creerse más de lo que uno es, o menos de lo que uno vale". Johann Wolfgang Goethe.
Narciso
El dios-río Cefiso, después de raptar y violar a
la ninfa Liriope, engendró en
ella a un joven de espléndida belleza, a quien dieron por nombre Narciso.
Preguntado sobre si el recién nacido tendría una larga vida, Tiresias, el sabio capaz de predecir
el futuro, contestó: «Sí, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo».
A lo largo de su vida, Narciso, provocó en hombres y mujeres,
mortales y dioses, grandes pasiones, a las cuales no podía responder por su
incapacidad para amar y para reconocer al otro.
Tentado por Afrodita, al contemplar su imagen en
la superficie del agua, sintió tal fascinación por su propio reflejo que acabó
rindiéndose ante ella. Pero al no poder tocar ni abrazar su propia imagen, ni
tampoco poder apartar su vista, cayó vencido hasta ahogarse en el agua. En ese
mismo sitio creció una hermosa flor, la flor de narciso, tan hermosa como maloliente.
Ernesto
En un
preciso momento nació Ernesto. Hijo de una madre y de un padre
cualquiera, que con una intención cualquiera engendraron a Ernesto. El niño
jugaba, comía, lloraba y sobre todo pedía. Fascinado por el amor que sentía
hacia sus padres, se decidió a exigirles atención continua. Pero Ernesto no obtenía las
respuestas que él quería, y creía que sus padres abandonaban sus necesidades.
Creció Ernesto y también creció ese sentimiento de insuficiencia afectiva, y empezó
a autocompadecerse de sí mismo porque el mundo no le daba lo que le
correspondía.
Con esta experiencia desarrolló
todas las habilidades para ganarse la atención y el respeto del mundo. De esta
forma su conducta se alimentó de elogios y consiguió ser admirado por sus
logros. Hizo de su vida un éxito. Y ahí fue cuando descubrió Ernesto que poseía
grandes capacidades para conseguir todo lo que se proponía. Se enorgulleció
de ello, y se olvidó del mundo, sólo existían él y sus dones.
Pasó el tiempo y pasó la vida y
un día se encontró con la Adversidad. Ernesto la menospreció pues creyó que con
sus grandes habilidades nada le fallaría. Pero la Adversidad, lista por
vieja, consiguió que Ernesto metiera la pata y conociera el fracaso. El joven “perfecto” se enfadó de nuevo con el
mundo y volvió a sentir la misma lástima que sintió de pequeño.
Sus aciertos y sus cualidades se
vinieron abajo y de ser grandes pasaron a pequeños. Muy pronto sus virtudes se
convirtieron en defectos.
Se sintió despreciado y
despreciable por reclamar tanto afecto hasta hacerse responsable de la
“merecida” desatención del prójimo.
Se le vino abajo el mundo. Pero
¿qué era el mundo para Ernesto?, ¿unos
pensamientos, una experiencia, una vida?, ¿y quién era Ernesto y qué quería?, ¿podía
Ernesto olvidarse de la importancia de ser quien creía que era Ernesto?.